Del diario

Pasa, pasa una nube grande, gris, y allá avanza otra nube negra, y el sol brilla, y la sombra avanza delante de mí sobre la tierra, por el campo verde de la vida, hasta danza delante de mí… Yo camino. Cada vez más gris, más oscuro, pero voy más lejos cada vez, queriendo encontrar algo más luminoso al final de mi camino… Todo era luz, pero ahora todo oscurece, quizas habrá tormenta – ¡qué nubes tan negras.

Pero hay que tener la luz con uno mismo, de uno mismo, para alumbrar la oscuridad a todos los que están en el camino, para que una vez iluminados ellos mismos encuentren su propia luz y sigan su camino, para que no queden en la oscuridad, como ignorando donde deben ir, pues a esos los arrastra la tormenta y no alcanzan a ver la luz que aparece nueva y bella tras la tormenta. Luz antes de la tormenta, tormenta, y tras la tormenta luz – así es desde el comienzo del mundo. (1900?)

Imaginé la felicidad tan cercana y posible. Pero decidí: “No seré feliz”, eso es tan cierto, como que “moriré”. Esas cavilaciones en algo me consolaron, pues de algún modo, a pesar de todo me convencí – si podemos llamarlo convencimiento, – descubrí la verdad.

Si, feliz no seré, no puede ser de otro modo. Soy demasiado sensible, tomo todo demasiado a pecho, no amo y temo a los extraños, no sé vivir con ellos.

El dinero no me tienta, me espera el sufrimiento, dudo de mi vocación y mi talento, y nada lograré. Asi que seré nada, nulo, pero entenderé mi situación.

Dejaré de soñar, pero recordaré los sueños de mi juventud. No me reiré de ellos, pues no eran chistosos… Estaré como sobre las ruinas de mi castillo inconcluso, castillo cuya imagen está guardada en el alma, donde ninguna fuerza podrá levantarlo de sus ruinas. Y sabiendo eso, ¿acaso seré feliz? No, es verdad. Hace ya medio año me viene esa idea, y ahora estoy convencido. Eso es triste, pero qué se puede hacer.

(13 de abril de 1901)

El hombre tiene su espíritu y lo ama; el espíritu del hombre es su Dios, el espíritu humano gobierna el mundo; el espíritu humano es la belleza del mundo; el espíritu humano es el espíritu del mundo; el espíritu humano es el guardián de la tierra y del cuerpo; el espíritu humano es un fragmento de su Dios; todos los espíritus humanos son un solo Dios, y Dios es el espíritu. Dios creó el mundo, la tierra, el cielo, las estrellas y la fuente en la tierra. De la fuente brota el agua hacia todas partes: por entre las piedras, entre arenales,  entre rocas, visitando toda la tierra desde esa misma fuente.

Buena fuente – agua buena, yo correré adonde me espera el espectro con sus nuevos ropajes, mientras aquí sobre la iglesia, sobre las casas vuela un pajarraco, abriendo las nubes con un ala, y aparece el sol, y es el primer día de Pascua.

Los hombres recuerdan la fuente de donde provienen, y dicen: regresemos a nuestra fuente común.

Traducido por L. Klimas y S. Goštautas

Sistema ir dizainas: Jonas Lekevičius